La verdad es que sí, tengo que reconocerlo, me gustan las barbacoas. Todo el que me conoce sabe que no puedo pasar muchos meses si hacer una, sea donde sea. Me da igual apestar a candela, quemarme los pelos de las manos, que no es muy agradable por cierto al olfato, y me da igual no comer sentado en la mesa con los demás. Si os soy sincero esto último me da igual porque está claro que el que maneja la plancha elige lo que come, cuanto come y en que momento que se lo come por lo que pegado al fuego, es el lugar mejor para un animal como yo.
En mi trabajo están a punto de echarme ya que no paro de hacerme parrillas de todo tipo, todos conoceréis mi famoso diseño de la denominada Planchaparrillajuanitera que aquí os adjunto. La verdad es que pediría que se hiciera un tamaño de barbacoa universal, que todas las que se fabriquen tengan la misma medida, para que no tenga que hacerme una cada vez que vaya a la Corchuela, a Castiblanco o a Do Pozo.
La verdad es que siempre hay preferencias a la hora de celebrar las barbacoas, a mi me gustan todas pero por encima de ellas las que celebramos en casa de mis papas políticos, con su piscinita, con sus gigantescas sombrillas y el sube y baja de la escalerita para ir por botellines.
Sobre todo me gusta porque dura tela, ya sabéis lo que dura dura y tal. La cosa es que de allí nos vamos cuando ya no podemos más o se a acabado la bebida, algo que siempre pasa, no se porque.
Este tipo de eventos tiene de todo, sobre todo música con guitarra, timbales, maracas y por supuesto armónica. También tiene cantes variados y bailes tribales sobre todo en la oscuridad de la noche, momento en que parece que el alcohol y la penumbra desinhibe al más pintado.
En mi trabajo están a punto de echarme ya que no paro de hacerme parrillas de todo tipo, todos conoceréis mi famoso diseño de la denominada Planchaparrillajuanitera que aquí os adjunto. La verdad es que pediría que se hiciera un tamaño de barbacoa universal, que todas las que se fabriquen tengan la misma medida, para que no tenga que hacerme una cada vez que vaya a la Corchuela, a Castiblanco o a Do Pozo.
La verdad es que siempre hay preferencias a la hora de celebrar las barbacoas, a mi me gustan todas pero por encima de ellas las que celebramos en casa de mis papas políticos, con su piscinita, con sus gigantescas sombrillas y el sube y baja de la escalerita para ir por botellines.
Sobre todo me gusta porque dura tela, ya sabéis lo que dura dura y tal. La cosa es que de allí nos vamos cuando ya no podemos más o se a acabado la bebida, algo que siempre pasa, no se porque.
Este tipo de eventos tiene de todo, sobre todo música con guitarra, timbales, maracas y por supuesto armónica. También tiene cantes variados y bailes tribales sobre todo en la oscuridad de la noche, momento en que parece que el alcohol y la penumbra desinhibe al más pintado.
Por supuesto no puedo olvidar las historietas eróticas que amenizan y ponen a tono al personal sobretodo femenino del personaje conocido como Parlo, el cual narra sin ningún pudor su experiencias con mujeres y con alguna que otra fruta como es el plátano.